La empresa lanzó su primer vehículo para la industria minera a inicios de los ochentas. Hoy 4 décadas después sorprende nuevamente con el TH550B, un camión subterráneo de 50 toneladas que funciona 100% con baterías, entre otras innovaciones.
¿Desde cuándo que Sandvik ha puesto toda su investigación y tecnología en el desarrollo de equipos de electromovilidad?
Definitivamente, la movilidad eléctrica no es algo nuevo para Sandvik. Hemos sido pioneros y líderes en la industria minera desde 1981 cuando presentamos el primer LHD eléctrico al mercado. Luego se incorporó el primer camión subterráneo eléctrico en 1988. Nuestro desarrollo no se ha detenido desde entonces. Además, en 2019, en línea con la nueva tendencia global hacia la electrificación, Sandvik adquirió Artisan, una empresa que se ha dedicado al desarrollo de baterías para minería subterránea desde 2003.
¿Cuáles son los equipos más relevantes con los que Sandvik está equipando a la minería en el país?
Chile es un país con una fuerte presencia en minería. Actualmente son muchos los estudios que se están llevando a cabo con importantes actores del mercado. Para señalar algunos ejemplos, tenemos una gran expectativa hacia nuestro TH550B, un camión subterráneo de 50 toneladas y nuestro LH518B, un LHD de 18 toneladas. Ambos modelos funcionan 100% con baterías y se caracterizan por nuestro concepto eficiente de intercambio de baterías, las que pueden ser cambiadas en solo 3 minutos.
¿Cómo impactan estas innovaciones en la reducción de CO2 en la industria minera?
Los equipos subterráneos que utilizan baterías no producen emisiones de CO2 cuando están en funcionamiento. Entonces, podemos decir que son cero emisiones en las operaciones. Nuestros Vehículos Eléctricos de Batería (BEV, por su sigla en inglés) son de tercera generación y requieren un mantenimiento significativamente menor que los vehículos tradicionales. La mayoría de los componentes están diseñados para durar toda la vida útil del vehículo.
¿Qué otras ventajas suponen estos equipos para la industria?
Son muchas. Hay importantes mejoras para la salud de los trabajadores, en la reducción de partículas de diésel, calor y ruido. Además de estas, existe la reducción potencial de los requisitos de ventilación, junto con la refrigeración y los costos generales de transporte para la economía del operador. Y por último, la eficiencia global de la energía eléctrica frente al diésel, contribuyendo a la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, y en el fondo contribuyen a nuestro planeta.